El escritorio de Manuel Talens

ART�CULOS DE OPINI�N EN  El País

Tiburones
MANUEL TALENS



La pel�cula Jaws de Steven Spielberg, que aqu� fue incorrectamente traducida como Tibur�n, sirvi� para mostrarnos que hay seres irracionales capaces de comerse a los dem�s y destruir todo lo que se interpone en su camino. Sin embargo, en este pa�s la realidad supera al cine, pues no hay m�s que echar una ojeada a la prensa o a la televisi�n para darse cuenta de que vivimos rodeados de tiburones sociales mucho m�s perversos y peligrosos.

La reciente y nauseabunda trampa en que ha ca�do el director de El Mundo es un ejemplo entre muchos de una forma de ser que se rige por la ley del “todo vale”. Pedro J. Ram�rez practicaba desde hace tiempo el mordisco en la yugular bajo la apariencia de un periodismo agresivo que presum�a chulescamente de ser invulnerable. Ahora, otros tiburones quiz� heridos por �l en el pasado acaban de arrancarle un pedazo de la lengua.

Mario Conde, un brillante abogado convertido en banquero pulcro y fanfarr�n, se movi� durante varios a�os en esas aguas fr�as y profundas de las altas finanzas planetarias, tan propicias al golpe bajo, al tiro por la espalda, al f�cil pasteleo y a los para�sos fiscales.

Javier de la Rosa, el ex representante plenipotenciario de Kuwait en Espa�a, es un caso muy parecido al anterior. Ambos hipertrofiaron la suma y la multiplicaci�n, y olvidaron por completo que de vez en cuando tambi�n hay que restar y dividir. Hoy viven sumidos en un mar de juicios por estafa y no pueden pegar el ojo ni un segundo, pues las aletas de otros escualos a los que dejaron sin carnaza merodean en su entorno.

El m�s c�lebre e indecoroso de los tiburones espa�oles es Luis Rold�n, protagonista de una fuga rocambolesca y culpable de haber rebajado irreversiblemente el ejercicio de un cargo p�blico a simple monipodio.

El inventario no termina ah�. La industria del f�tbol, tan desmadrada y llena de claroscuros econ�micos que apestan a ilegalidad, ha permitido en los �ltimos tiempos que toda una serie de advenedizos con colmillos de oro en el hocico, aupados la mayor�a de las veces al amparo de la especulaci�n inmobiliaria o de los negocios, adquieran un protagonismo desmedido que en un ambiente normal nunca alcanzar�an. Es el caso de los Lopera, N��ez o Lendoiro, si bien en ese mundillo hay dos que se llevan la palma: uno es el gran matasiete Jes�s Gil, famoso por sus escarceos con la justicia y por sus declaraciones racistas y perdonavidas. El otro, el arrabalero Paco Roig, enfangado hasta las cejas en un confuso trapicheo de acumulaci�n de acciones con testaferros interpuestos y constre�ido hace unos d�as a tirar la toalla de manera poco airosa.

Se revuelven ante el enemigo, pero cuando caen en desgracia -y no todos los tiburones caen, ni mucho menos-, lo �nico que les duele es perder para siempre esa m�scara de vencedores que llevan pegada al cuerpo como una segunda piel.

 

EL PA�S-Comunidad Valenciana, jueves 18 de diciembre de 1997.

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