El escritorio de Manuel Talens

ART�CULOS DE OPINI�N EN  El País

Elogio de Alventosa
MANUEL TALENS


La ciudad de Valencia es un lugar tan aburrido en verano que hay quien piensa que fallece en junio, se pudre en agosto y resucita en el oto�o. Yo siempre he cre�do que algo hab�a de verdad en dicha alegor�a, pues el olor inconfundible a retrete que exhalan sus alcantarillas durante los meses estivales parece afirmar esa calidad de cad�ver corrupto.
Hoy, mientras escribo estas l�neas que aparecer�n m�s tarde en EL PAIS, es 29 de agosto y la conjunci�n de tal fecha con el hedor callejero me ha hecho recordar a un personaje pintoresco del ayer, aspirante in�til a la alcald�a de Valencia, que vivi� toda su etapa adulta en el barrio del Pilar y que ha sido machaconamente olvidado por nuestros ediles desde aquel lejano 29 de agosto de 1917 en que muri�. Estoy hablando de Hip�lito Alventosa.
Es f�cil para cualquier pol�tico municipal (yo dir�a que forma parte del cargo) ensalzar a Teodor Llorente -por muy execrable poeta que fuese- o a Vicente Blasco Ib��ez -por mucho que escribiera sus novelas, en mordaz comentario de don P�o Baroja, con la pluma de firmar los cheques-, pero lo que resulta inconcebible en estos lares es rendir pleites�a o bautizar calles con nombres de antih�roes valencianos. Hip�lito Alventosa fue uno de ellos, quiz�s el mejor. Veamos lo que dicen de �l los eruditos:
HIP�LITO ALVENTOSA (Castell�n 1860 - †Valencia 1917), mediocre y absurdo poeta simbolista, cuya obra no dej� el menor rastro (rescato aqu� por pura equidad el t�tulo de uno de los libros que dio a la estampa: El papel desconforme, editado en 1896 y que contiene inconmensurables retru�canos kitsch) y que hoy es recordado principalmente a causa del agrio antagonismo que mantuvo durante siete a�os, reci�n nacido este siglo, con las autoridades eclesi�sticas y administrativas de Valencia, malgastando todos sus bienes en la folcl�rica y anarquizante Uni�n Valenciana de Pecadores (UVP). Su programa, caso de haber logrado el control del Ayuntamiento, inclu�a pol�ticas de tipo progresista (implantaci�n gratuita de la sifiloterapia al mercurio en los burdeles, aspersi�n de las calles en verano con agua perfumada para contrarrestar la peste a letrina, prohibici�n a los ediles de ventosear por el ano y de escupir en el suelo durante las reuniones del concejo, etc., junto a otras de un misticismo descabellado, como por ejemplo la firme promesa de sustituir el nombre a la Bajada de San Francisco -hoy Marqu�s de Sotelo- por Bajada de la Santa Ramera Mar�a Magdalena). En 1914 fue declarado insano mental y termin� sus d�as en el manicomio de Jes�s. (Cf. Manuel Sanchis Guarner: Relaci�n de valencianos singulares, 1956).
Conozco de buena fuente una sabrosa an�cdota en la que intervino Alventosa: mi abuelo, que en 1909 era un hombre joven, presenci� aquel a�o en el Parterre un mit�n improvisado de los unionistas y recordaba que el l�der, vestido de anacoreta, enardec�a a sus seguidores mediante arengas en favor del cambio social, de los mendigos, de las putas, de los ladrones honrados y de los sifil�ticos, y lo m�s curioso es que la gente lo escuchaba con devoci�n; pronto aparecieron los guardias de la porra y se liaron a repartir le�a entre los asistentes. Alventosa, que por lo visto ten�a �nfulas de m�rtir, no s�lo hizo caso omiso de quienes le conminaban a huir, sino que se mostr� desafiante: “�Fariseos, traidores!”, gritaba; pero no pudo a�adir m�s, ya que un guindilla le dio tal palo en la cabeza que le abri� un tajo de a cuarta. “Dios te castigar�, asesino, y antes de lo que crees...”, replic� el poeta/activista con la voz en un hilo, mientras se lo llevaban ba�ado en sangre. El guardia, como por milagro, se ech� mano al torso y cay� fulminado (yo supongo que a causa de un infarto). “Te lo dije, maric�n, arder�s en los infiernos...”, musit� Alventosa, ya sin fuerzas.
Poco despu�s, en 1910, el anarquista Pardi�as asesin� a Canalejas, Alventosa se volvi� loco de atar, unos vinieron y otros se fueron, y la vida espa�ola, como canturreara el Iglesias, sigui� igual que siempre.
Y yo me pregunto: �Acaso el tiempo no es capaz de borrar las cicatrices? �Para cu�ndo el homenaje de los valencianos a Hip�lito Alventosa, do�a Rita?

 

EL PA�S-Comunidad Valenciana, mi�rcoles 11 de septiembre de 1996.

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