El escritorio de Manuel Talens

ART�CULOS DE OPINI�N EN  El País

Nacionalismos
MANUEL TALENS


Durante las pasadas fiestas falleras, un amigo vasco me reprochaba con envidia cu�n afortunados somos en la Comunidad Valenciana al tener este nacionalismo tan apacible que s�lo se ocupa de paellas, de escribir con faltas de ortograf�a y de zarandajas inofensivas para la salud de sus adversarios, y me cont� lo penoso que resulta levantarse cada ma�ana en Euskadi con la certeza de que ser� igual a la anterior, lo cual equivale a decir graffitis incitando a la muerte, cabinas telef�nicas quemadas, amenazas a los pacifistas o ertzainas que acabar�n su vida en medio de un charco de sangre con una bala en el cerebro.
Hilando el hilo de nuestra conversaci�n, le coment� un libro que cay� en mis manos hace m�s de quince a�os, cuando los nacionalistas francohablantes de Quebec perdieron su primer referendum sobre la independencia. Tiene un hermoso t�tulo, Le territoire imaginaire de la culture, y fue escrito por Michel Morin y Claude Bertrand, dos profesores de filosof�a contrarios a las ideas secesionistas. Sus p�ginas, no obstante la lejan�a, se dejan estudiar en clave espa�ola, pues mantienen una tesis universal: los Estados que basan el ejercicio del poder en el concepto de naci�n incluyen frecuentemente bajo su yugo etnias y culturas minoritarias y, siendo la naturaleza humana lo que es, el grupo que controla el aparato estatal impone leyes y costumbres sobre los m�s d�biles, dando lugar a resentimientos que dejan profundas cicatrices. Sin embargo, a�aden los autores, ning�n pa�s es homog�neo en la actualidad y cualquier independencia “nacional” s�lo logra repetir el esquema en peque�o, de tal manera que las antiguas minor�as oprimidas se convierten en mayor�as opresoras. La �nica soluci�n para dicho rompecabezas consiste, seg�n ellos, en difuminar el poder entre todos los rivales mediante lazos federativos.
En Europa conocemos bien el problema. Francia incluye islotes vascos, corsos y bretones, Ruman�a el peque�o enclave h�ngaro de Transilvania, Polonia tiene ciudadanos de linaje alem�n, Yugoslavia era un f�rrago de pueblos que no aprendieron a convivir... Y es que el pecado original de cualquier Estado-naci�n est� en la improcedencia de concentrar la autoridad decisoria en torno a un grupo ling��stico por el simple hecho de ser m�s numeroso, alimentando as� el ascenso de grupos nacionalistas capaces de reproducir a�ejos cerrilismos m�stico-guerreros de otros tiempos, con su culto, sus m�rtires y sus profetas.
Veamos ahora el amasijo plurinacional que llamamos Espa�a, cuya reciente partici�n en Comunidades Aut�nomas rompi� el viejo centralismo. �Es acaso necesario dar un paso m�s, como algunos desear�an, y subdividir el territorio en varias naciones diminutas establecidas seg�n patrones idiom�ticos? Yo lo veo poco factible, ya que el tiempo y la consanguinidad nos han amalgamado de tal forma que hoy somos todos un poco mestizos y, generalizando para entendernos, Bilbao rebosa de andaluces, Barcelona de gallegos y Valencia de murcianos, debido a lo cual los antiguos focos minoritarios del Estado se han convertido, a su vez, en espejos min�sculos del conjunto inicial, y si alguna de las nacionalidades hist�ricas de Espa�a llegara a consumar la independencia por mor de su cultura, aquellos emigrantes internos que cambiaron de regi�n buscando trabajo se convertir�an, de la noche a la ma�ana, en los nuevos parias.
Es indudable que no todos los nacionalismos de la piel de toro ponen en solfa el concepto geopol�tico del Estado espa�ol y que su estrategia consiste m�s bien en utilizar las reivindicaciones locales como permanente moneda de cambio. Unos son folcl�ricos, otros ambiguos, financieros, incultos, o xen�fobos, pero s�lo la facci�n exaltada del Pa�s Vasco se ha atrevido a abrir la caja de Pandora, sin darse cuenta de que la violencia -al igual que les est� sucediendo a Arafat y a los israel�es- termina por volverse contra quien la ejerci� como palanca para alcanzar sus fines. �Acaso han pensado los gudaris del tiro en la nuca que, de lograr sus prop�sitos, podr�an toparse de bruces, mediante un giro imprevisible, con una banda terrorista de extreme�os dedicada, por ejemplo, a la “liberaci�n nacional” de un barrio de Barakaldo? Los demonios, una vez desatados, son dif�ciles de aherrojar.
Mi amigo, que s�lo desea vivir en paz y no vislumbra soluci�n, est� pensando seriamente trasladarse a Valencia.

 

EL PA�S-Comunidad Valenciana, viernes 22 de marzo de 1996.

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