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ART�CULOS DE OPINI�N / DIARIO EL PA�S

                                                                                                                                        

Manuel Talens

L�gica narrativa
MANUEL TALENS

Las buenas novelas hacen plausible todo lo que sucede dentro de su territorio de ficci�n, incluso si en el mundo real resulta inveros�mil. Cuando Remedios la Bella desaparece volando con una s�bana, el lector de Cien a�os de soledad no tiene dificultad para creerlo, porque en Macondo esas cosas son normales. Sin embargo, el Londres realista de Dickens no admite escenas as�. Esto se debe a que el engarce de las palabras da lugar a un automatismo de significados que se llama �l�gica narrativa�.

Hace ya tres d�cadas, tras la dictadura, hubo que adaptar este pa�s a la realidad europea de la que las circunstancias hist�ricas lo hab�an alejado. Entonces, los partidos que tradicionalmente luchan entre s� por la obtenci�n del poder redactaron en comandita una nueva Carta Magna para Espa�a, as� como Estatutos para las diferentes Comunidades Aut�nomas. La izquierda y la derecha tienen opiniones contrarias en casi todo y, como aquellos sesudos varones pertenec�an a ambas tendencias, prefiero no imaginar el tira y afloja que tuvo lugar en sus reuniones antes de que se pusiesen de acuerdo sobre el texto definitivo. Las hemerotecas indican que hubo consenso y, un d�a, nuestros padres constitucionales parieron Constituci�n y Estatutos. Aquellas p�ginas tan �ridas, que casi nadie ha le�do, poseen tambi�n una l�gica narrativa en la que las palabras significan lo que dicen, no lo que alg�n insensato pens� que quer�an decir. Lo malo es que las novelas pueden gustar o no gustar, pero las leyes est�n para acatarlas.

Veamos dos ejemplos: en lo relativo a la Constituci�n, los antiguos izquierdistas olvidaron sus exigencias laicas y aceptaron el contrasentido de que en el art�culo 16, p�rrafo 3�, el Estado espa�ol se declarase �aconfesional� �, es decir, neutro� pero al mismo tiempo dispuesto a �cooperar� con la Iglesia Cat�lica. Fue una derrota en toda regla, pues ambas cosas no se compaginan. El resultado de aquella tibieza frente al poder secular de las sotanas es que los espa�oles laicistas han financiado desde entonces a una gente cuya ideolog�a no les merece respeto alguno y que no duda en torpedear con dinero p�blico los proyectos democr�ticos, como hacen los obispos en la actualidad con el matrimonio homosexual o la ense�anza optativa de la religi�n en las escuelas.

El segundo caso de flaqueza verbal sucedi� en esta Comunidad Aut�noma cuando los socialistas de Joan Lerma estaban en el poder. Con tal de acallar la murga callejera de los trogloditas locales, que odian a Catalu�a, aceptaron la insensatez de plasmar en el Estatuto que la lengua de aqu� es el valenciano, no su denominaci�n acad�mica universal, el catal�n. Fue algo tan absurdo como si los irlandeses afirmasen que hablan el irland�s o los parisinos el parisi�n. Acto seguido, el sector m�s inculto de valencianismo inici� un cisma ling��stico que a�n colea. La prueba es el divertid�simo chiste de esas dos traducciones �id�nticas� de la futura Constituci�n europea que Zapatero present� el otro d�a en Bruselas, una en valenciano y otra en catal�n. Mal que le pese al socialista Maragall, lo escrito, escrito est� y tiene su l�gica narrativa. �Qui�n les mand� regalarle armas al adversario, si saben que siempre las utiliza?

 


 

El País 

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EL PA�S-Comunidad Valenciana, martes 9 de noviembre de 2004

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