El escritorio de Manuel Talens

ART�CULOS DE OPINI�N / DIARIO EL PA�S

                                                                                                                                        

S�ntomas
MANUEL TALENS


Comentando el fallecimiento del ex Beatle George Harrison, la revista m�dica Annals of Oncology se refer�a hace unos meses a la manera subliminal con que es posible manipular el lenguaje y, por ende, las noticias: tras la muerte del guitarrista los peri�dicos destacaron su entereza ante la enfermedad, pero hicieron caso omiso del origen de �sta, el tabaco, culpable de los c�nceres de laringe y pulm�n que padeci�, ya que Harrison fue un fumador empedernido durante m�s de cuarenta a�os.

No cabe duda de que si el fatal desenlace se hubiera debido a otra sustancia adictiva, los titulares lo habr�an pregonado bien alto. Pero la industria tabaquera tiene patente de corso en nuestra sociedad, pues el dinero que inyecta en las arcas de gobiernos y medios de comunicaci�n sirve, entre otras cosas, para obtener a cambio un trato de favor. (Recordemos que, aqu�, el consejero de Bienestar Social acaba de firmar un pacto con el enemigo, es decir, con Phillip Morris, algo que lo convierte en ox�moron ambulante, pues bienestar social y tabaco son elementos contradictorios).

Dejo aqu� el asunto de Harrison y el tabaco, que �nicamente me ha servido de ejemplo para destacar la facilidad con que solemos olvidar las causas e insistir en los efectos, como sucedi� hace unos d�as en la Generalitat, cuando socialistas y peperos se tomaron en serio un sofisma que Jean-Marie Le Pen ha puesto de moda en los �ltimos meses. Me refiero a la suma de inmigraci�n + delincuencia = inseguridad ciudadana. Cualquier observador perspicaz de nuestras sociedades sabe que dicha ecuaci�n es una falacia, pues tanto los sumandos como el resultado son s�lo s�ntomas aislados de una enfermedad social degenerativa, que podr�amos denominar democracia virtual, cuya existencia los pol�ticos profesionales ni siquiera est�n dispuestos a reconocer, ya que, de hacerlo, peligrar�a su porvenir.

La democracia virtual se caracteriza por el auge de reg�menes parlamentarios con dirigentes de pantalla que, una vez elegidos, hacen lo que personajes no elegidos les dicen que hagan, entre otras cosas, hablar a diario del s�ntoma secundario inseguridad ciudadana. Dicho s�ntoma no es, ni mucho menos, el de mayor riesgo, pero alimenta el miedo y proporciona votos, y con los votos se accede al poder. El poder conforta el ego y, con frecuencia, tambi�n el bolsillo.

El mecanismo patol�gico que da lugar a los otros dos s�ntomas es cl�sico: la inmigraci�n se debe a que el Tercer Mundo agoniza porque las lacras del colonialismo o la rapi�a neoliberal est�n m�s vigentes que nunca. Argentina es un caso cl�nico de libro de texto. En cuanto a la delincuencia, no se debe a que los inmigrantes sean marroqu�es o colombianos, lo cual es una excusa racista, sino a su condici�n de pobres sin esperanza.

Las enfermedades curan si eliminamos las causas, no poniendo parches -la respuesta polic�aca a la inseguridad es eso, un parche-, pero los pol�ticos de nuestra democracia virtual, como los malos m�dicos, prefieren seguir tratando s�ntomas, salir guapos en la tele y perder el tiempo acus�ndose mutuamente de ocupar posiciones de extrema derecha, que es el insulto que ahora vende. En eso tienen algo de raz�n: mientras no apliquen un tratamiento eficaz a la desigualdad planetaria, mal que les pese, son un calco as�ptico de Le Pen.

 


 

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EL PA�S-Comunidad Valenciana, martes 4 de junio de 2002

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